Maryam, el silencio que no otorga

Maryam, el silencio que no otorga

4.1. ¡OH GENTES! Honrad a vuestro Sustentador, que os creó de una sola entidad viva y de ella creó a su pareja e hizo surgir de ambas a multitud de varones y de mujeres, y honrad a Dios, sobre Quien os preguntáis y honrad las matrices. Ciertamente, Dios nunca deja de observaros.” (Honrado Alcorán)

Para las mujeres, sobre todo en ciertas épocas y aun hoy, según los lugares, no ha habido vida privada. Sus partes privadas son del dominio público, su castidad o falta de ella asunto de todos, su matriz bien nacionalizado cuando se las escudriña a ver si abortan o no abortan, si están embarazadas y de quién, etc. etc. Ante eso, nuestra señora Maryam no permitió que nadie se inmiscuyese en sus partes ni que se convirtieran en bien público y asunto del dominio de cualquiera. Ella se reconoció como la única autoridad no divina sobre sus partes. Y, naturalmente, el Altísimo le dio su guía: no hables. Todo lo que digas se empleará en tu contra y autorizarás con ello a que tus partes dejen de ser tuyas ante Dios para ser de todos, del populacho y de los satanases.

Mientras que el mundo satánico se empeña en hacer de las partes privadas y de las matrices de las mujeres bienes de uso y de consumo y entretenimiento público, Dios dice que no: Las matrices se honran igual que se le honra a Él y las partes privadas son inexpugnables. Él nos mandó a nuestra señora Maryam para demostrárnoslo y taparnos la boca de las preguntas satánicas. No permite que de ellas disponga nadie sino su Señor.

4.34…“y las virtuosas son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios.”

Si la manda tener un hijo, lo tiene: entre ella y su Señor. Para el mundo: silencio. Los hijos, todos los hijos, son de Dios y no deben explicación a nadie por haber nacido ni sus madres se la deben. Todos nacemos y todos nacerán solo porque Dios quiere. Todas somos Maryam, todos somos hijos de Maryam. Todos nacemos por disposición divina, no humana. Cualquier nacido es de Dios y ante cualquier nacimiento nadie, nadie que no tenga con la madre una relación contractual con respecto a eso, tiene derecho a indagar. Y nadie tiene derecho a hacer de ello asunto público. ¡Qué maldición, arrastrar por la inmundicia lo que nos hace ser a cada uno quienes somos!

Maryam, nos dice el honrado Alcorán, no esperó de nadie que le reconociera ninguna facultad, ella, tras recibir el anuncio divino, honrando su propia matriz, honrando la naturaleza de mujer con que Dios la había creado y nos crea a todas, reconoció a Dios como única autoridad y aceptó Su encomienda, cosa que todos debemos hacer y, por la facultad que Dios da a las mujeres -como se demuestra precisamente en el honrado Alcorán- para disponer de sus partes y de lo que hacen con ellas, Maryam las pone a disposición de Dios. ¿Fue virgen o no fue virgen cuando parió a su hijo ‘Isa? ¿De verdad queremos a saberlo? ¿De verdad somos tan indiscretos y fisgones? Recordemos lo que le dijo a Maryam la voz que le habló a sus pies cuando, estando soltera, parió a su hijo y, con él  hubo de enfrentarse al mundo:

«19.26. “¡Come, pues, y bebe, y que se alegren tus ojos! Y si ves a algún ser humano, hazle saber: ‘He hecho voto de silencio al Todopiadoso y no puedo, por ello, hablar hoy con nadie’.”»

Y ese mismo silencio es el que guardó mientras señalaba a su hijo cuando se enfrentó a su gente que la increpaba. Nadie necesita más respuesta que esa: el hijo nacido, la voluntad de Dios de que sea una nueva criatura, de que siga la vida humana. Nadie ante eso puede objetar ni cuestionar nada.

Nadie supo jamás cómo se engendró el hijo de Maryam. ¿Explica eso suficientemente la capacidad de consentimiento que Maryam otorgó a sus partes? ¿No es Dios quien dice a cada criatura que va a venir a este mundo “Sé” y entonces es y no la guarda Dios en la matriz de su madre? Si eso no satisface suficientemente a alguien, ese alguien debe saber entonces que lo que pretende es excesivo y no le corresponde y que desafía a la misericordia divina que nos ha hecho ser a todos.

¿Seguiremos, entonces, a Dios, como nuestra señora Maryam, o a quién, si no, preferiremos seguir?

 

* Véase estudio coránico detallado en Las muhsanaat I, II, III, IV y V.

 

Autora: Carmen del Río

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *