El símbolo del hiyab en Europa

El símbolo del hiyab en Europa

Desde hace ya bastante tiempo, el hiyab, se está convirtiendo en una prenda objeto de numerosos debates. La razón fundamental, creo yo, es que cada vez más, se pone de manifiesto esta prenda donde otrora, era más bien anecdó- tica. Y es que el hiyab, lejos de ser un trozo de tela en la cabeza, supone la visibilización de una comunidad musulmana creciente, que no tiene los complejos de quienes, en otra época, llegaban a Europa como extranjeros, cabizbajos y silentes. No cabía la reivindicación de pertenencia, ni siquiera de respeto, a la idiosincrasia particular de dicha comunidad, que practicaba su religión casi a hurtadillas sino la dejaba de lado con tal de sentirse “uno más”. La mayoría, además, era mano de obra poco o nada especializada, prácticamente sin estudios, que ni siquiera había profundizado en su propia condición de musulmán. Desarraigados en potencia, presas fáciles de la “colonización” cultural, sobretodo, cuando los receptores tienen un concepto muy elevado de su cultura y muy denostado de la del “vecino”.

Con el surgimiento de una nueva generación, joven aunque sobradamente preparada (los JASP), y posteriormente los “millenials”, las tornas estaban abocadas a cambiar con un giro de 180 grados. Ahora, muchos jóvenes de entre 20 y 40 años, europeos de nacimiento de segunda y tercera generación, no sólo conocen y abrazan con orgullo sus creencias religiosas, sino que además tienen acceso, gracias a los medios de comunicación y las redes sociales, a una información exhaustiva y global del Islam. Y es en este entorno, abonado por el conocimiento y el deseo de reforzar su identidad con orgullo descarado y sin tapujos, que las nuevas generaciones de mujeres musulmanas, cuentan entre sus filas con quienes deciden ponerse el hiyab, como parte del proceso descrito.

La reacción de Europa no se ha hecho esperar y, poco a poco, se están intentando encontrar fórmulas para evitar lo inevitable; que la Unión evolucione a un estadio superior, en el que la presencia del Islam, sea parte indisoluble del nuevo “mix” social, cultural, religioso y, porqué no decirlo, político, de la Europa del futuro.

Siempre digo que hay tantas razones para ponerse el hiyab como mujeres que se lo ponen. Una idea que se ve reforzada dentro del marco de libertades que los ciudadanos disfrutan en Europa, unido a la mayor preparación académica e intelectual de las jóvenes europeas, totalmente independizadas, profesionales, con aspiraciones de igualdad frente al hombre que sigue siendo, por muy modernos que nos creamos en Occidente, quien juega con “ventaja” en numerosos ámbitos de la vida.

 

El hiyab es un símbolo de opresión

Éste es uno de los primeros argumentos que se esgrimieron en Europa para limitar o prohibir directamente el uso del hiyab. Sin embargo, ha sido muy difícil de mantener. La razón fundamental es que no existe ni ha existido, un uso opresor del hiyab contra la mujer. En la historia del Islam, han existido y siguen existiendo mujeres musulmanas que no lo llevan y no por ello son consideradas, siquiera “menos religiosas”, aún peor “no musulmanas”o “infieles”. No se ha castigado ni se castiga a las mujeres en el Islam por no llevar hiyab, no se considera un “pecado” no llevarlo. La decisión de llevar el hiyab siempre ha sido y seguirá siendo decisión de la mujer, pues si bien, en el Islam, existe una recompensa para quien lo porta, también existe una condición inexcusable; debe ser por voluntad propia. Si, efectivamente en Irán o en Arabia Saudí se usan leyes para obligar a las mujeres a llevarlo en público, pero ni Irán ni Arabia Saudí pueden hablar en nombre del resto de musulmanes, que son más del 95% de la población musulmana mundial. Básicamente, el 95% de los musulmanes en el mundo viven en países donde son libres de ponerse o quitarse el hiyab. En Malasia se han prohibido las camisas amarillas como método de opresión del gobierno, pero no vemos a Europa preocupada por quien decide no vestir de amarillo. Hasta hace bien poco, en Europa no se permitía que las mujeres llevaran pantalones, ¿acaso alguna vez han pensado en prohibir el uso de la falda que otrora era una prenda obligatoria para la mujer? En Francia, hasta el año 2003 estaba prohibido por ley que las mujeres llevaran pantalones, si, han leído ustedes bien, hasta el 2003. Eso sí, se permiten el lujo de ser pioneros en la prohibición del hiyab en la administración pública, las escuelas y las universidades.

 

El hiyab es un símbolo religioso

Vista la dificultad de demostrar la “opresión” de facto en Europa (nadie ha denunciado aún que le hayan “obligado” a ponerse un pañuelo en la cabeza en ninguno de los países de la Unión) o la imposición de este tipo de prenda como arma contra la visibilización de la mujer salvo en los casos excepcionales (anecdóticos) antes mencionados, o la historia del hiyab en si misma, se busca una nueva arista: el hiyab es un símbolo religioso. Fíjense que el cambio en la argumentación obedece simple y llanamente a la búsqueda desesperada de un cajón de sastre legal, en el que poder encontrar la fórmula para limitar o prohibir el uso del hiyab. Sin embargo, nadie en su sano juicio puede hablar de un trozo de tela en la cabeza como “símbolo” religioso, por la sencilla razón de que esta prenda no es exclusiva de las musulmanas, porque las musulmanas no van “uniformadas” (hay literalmente millones de combinaciones posibles que pueden calificarse como “hiyab”) y porque, como hemos explicado antes, hay musulmanas que lo llevan y otras que no, y no por ello son “menos musulmanas”. Este es el argumento esgrimido por el Tribunal Europeo en su última sentencia sobre el uso del hiyab en el trabajo, algo que yo considero muy difícil de aplicar, pues habría que definir que tipo de tela, forma de llevarlo y otros detalles convierten al pañuelo que pudiera llevar cualquier mujer en la cabeza en un hiyab exclusivo de las mujeres musulmanas que, además, se porta con la intención de ser usado como seña de identidad religiosa (para ser identificada como musulmana).

 

El hiyab dificulta la identificación (problema de seguridad)

Si me dieran un euro cada vez que paso por un arco detector de metales y me cachean el pañuelo, ahora sería millonaria. Parece que hay una especie de histeria colectiva con respecto al trozo de tela en la cabeza. Tanto en las fotografías del DNI o del Pasaporte de la mayoría de los países de la UE, como el acceso a determinados edificios o áreas restringidas, ha sido motivo de polémica y encendido debate, ya que se ha intentado, por esta vía, a la desesperada, limitar o prohibir el uso del hiyab por “motivos de seguridad”. Sin embargo, nuevamente esto es una cuestión que raya en lo absurdo. Primeramente porque el hiyab no impide reconocer a la persona que lo porta. Segundo, porque si la persona lleva el hiyab siempre puesto, es más fácil reconocerla con él que sin él. Tercero porque, que yo sepa, las pelucas, los tintes y los cortes de pelo no están prohibidos, algo que cambia bastante más tu imagen general que un pañuelo en la cabeza. Y no hablamos de los hombres que llevan una barba hipster y un buen día se la afeitan. Existen rasgos físicos en la cara que la policía está entrenada a reconocer para evitar que estos cambios de look puedan afectar a la identificación. El hiyab no es una excepción, y así, la mayoría de los países de la UE permite el uso del hiyab en el pasaporte y el DNI, como es el caso de España. Entonces ¿qué sentido tiene que un colegio le diga a una madre que se quite el pañuelo si quiere ir a recoger a su hija?, pues eso, ninguno.

A lo que quiero llegar con esta modesta aportación es a una reflexión bien sencilla. Todo esto que se ha expuesto aquí son las conclusiones lógicas a las que llegamos las mujeres musulmanas que llevamos hiyab, y por ende, los musulmanes europeos en general. El problema es que, contra esta lógica, se siguen sucediendo una cadena tras otra de despropósitos. Y estos despropósitos es cada vez más difícil disfrazarlos de otra cosa que no sea islamofobia. Desgraciadamente la creciente islamofobia en Europa se está cebando con las mujeres. Piénselo antes de venir a salvarnos, pues en realidad lo que están haciendo es hacernos más difícil ser musulmanas, ser mujeres, ser ciudadanas libres e independientes.

 

Autora: Salima Abdeslam Aisa Fuente: La Luz de Melilla

Salima Abdeslam Aisa fue en el año 2005 la primera mujer que llevó el ‘hiyab’ en un parlamento español, en concreto en la Asamblea de Melilla cuando fue elegida diputada local en las listas de Coalición por Melilla. Desde entonces, Salima Abdeslam, licenciada en Económicas y Grado en Educación Primaria, ha defendido el uso libre de la prenda.

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