Assia El Ouadie: la magistrada que consiguió que Mohamed VI ‘entrara’ a las cárceles de Marruecos

Assia El Ouadie: la magistrada que consiguió que Mohamed VI ‘entrara’ a las cárceles de Marruecos

Por Dina El Idrissi*

Con apenas 4 años, Assia El Ouadie, acompaña a su madre a la cárcel para visitar a su padre, preso político. Su madre consigue que la niña entrara hasta dentro. La magnitud del hecho impactará a la niña, influyendo grandemente en su carácter y vocación. Nacía una gran luchadora.

Creció en el seno de una familia que hizo del nacionalismo y el activismo de izquierdas su motor de vida. Supo enfrentarse con coraje a los golpes y las adversidades. Jurista de formación, tras el encarcelamiento de su padre y hermanos, renuncia a su cargo de magistrada y se dedica a la abogacía para defenderlos.

Obcecada en reivindicar los derechos de los presos y dignificar las duras condiciones de las cárceles marroquíes, hizo de su vida sin pretenderlo, una lucha sin tregua. Assiya El Ouadie nació en Assfi en 1949 y es la primogénita de Thuraya Sakat, poeta, escritora, nacionalista, y pionera en el feminismo marroquí; y de Mohamed El Ouadie, una gran figura de la oposición socialista quien luchó contra el  protectorado, lo que le llevaría a prisión en numerosas ocasiones. Ambos ejercieron la enseñanza y el activismo desde varios flancos por un Marruecos digno y democrático.

Corrían los años 70, los oscuros “años de plomo” en Marruecos, cuando su padre fue preso político, luego su hermana Asma, abogada y activista, y sus dos hermanos Aziz y Salah, condenados estos últimos a 22 años de prisión. Assia decide abandonar su puesto de magistrada en el Tribunal de Primera Instancia de Casablanca y dedicarse a la abogacía para defenderlos. Allí comienza a desarrollar su ideario sobre el derecho de los presos, y de todos los grupos vulnerables y oprimidos: presos, pobres, presos menores, mujeres maltratadas… Más tarde volvería a ser magistrada y elige encargarse de los presos menores. Denunció el indigno estado en que vivían los jóvenes reclusos y los abusos de poder de que eran objeto por parte de los dirigentes y empleados de las cárceles. En este marco surgió la idea de fundar la Asociación de Amigos de menores en prisión de la que fue presidenta.

Durante la entrevista que nos concedió su hermana Asma, abogada, poeta y activista social, ésta recuerda que “Assia tuvo que lidiar varias batallas. Sus compañeros y los responsables de las cárceles pretendieron que desista de su gran e innovador proyecto de dignificar las cárceles y recuperar la confianza pública en los reclusos. Se burlaban sosteniendo que el preso no se merecía esto, y que hiciera lo que hiciera ella, siempre sería un criminal. Incluso intentaron apartarla. Pero Assia no era la clase de mujeres que se dejaba manipular ni menospreciar”, asegura Asma.

Miembro del Observatorio de la institución penitenciara marroquí (ONG); miembro de la Fundación Mohammed VI para la reinserción de los reclusos, miembro del centro de escucha y orientación de las mujeres víctimas de maltrato, y miembro del Consejo Consultivo de Derechos Humanos, esta activista social trabaja sin pausa por y para los más vulnerables. Ella planteaba la investigación en la personalidad del delincuente menor para averiguar qué errores cometía la sociedad para empujarlo a delinquir. Assia prefería llamarlos infractores menores, y no criminales. “No son ángeles, decía, pero tampoco criminales”. Pretendía que no se tendiera a la penalización sin conocer a fondo al menor y trabajar en su reinserción en la sociedad; hacer un seguimiento de presos y presas menores. Su intención era dar visibilidad a una situación importante e inaccesible para la opinión pública y abrir un debate político que conlleve una respuesta institucional.  “Era magistrada y abogada, sabía perfectamente lo que se decía”, sostiene su hijo Yussuf Chahbi, abogado.

Su fama se extendió ampliamente llegando a oídos de Mohamed VI quién decidió hacer una visita a los centros penitenciarios. Assia quien consideraba esta visita un gran triunfo, se pondría personalmente, junto con sus hermanos, familiares y otros voluntarios a  limpiar la cárcel para recibir al rey, asevera su hermano Tawfiq. Al día siguiente, el soberano convocaría a Assia a su palacio de Casablanca y le pediría que esa misma noche le acompañara nuevamente a la cárcel, pues quería conocer la realidad, no la que le presentaron el día antes, añade Tawfiq. “Fue el día más feliz de su vida. Su sueño se había cumplido”. “Ha llegado la persona que me apoyaría”, le diría una feliz Assia. Ante la escena de los pequeños presos cantando el himno nacional, el rey se emocionó tanto, conteniendo sus lágrimas, igual que “Mama Assia”, como la llamaban afectuosamente los presos menores. Al salir, le entregaría un cheque y mandaría esa misma noche a la cárcel mantas, alimentos y ropa. Las visitas del rey  se sucederían. La cultura de la cárcel y de sus infraestructuras cambiaría radicalmente. Empieza así una relación de admiración mutua entre ella y el rey que duraría hasta el final de su vida en 2012. La carta de pésame que enviaría en ocasión de su muerte evidencia la gran estima que sentía por ella, y lo mucho que lamentaba que Marruecos perdiera a una de las activistas socio- judiciales que tanto hizo por su país, luchando por su progreso y democracia.

La vida de Assia transcurría intramuros. Para ella nada era más importante. Durante las fiestas, trataba de que los pequeños reclusos tuvieran también su fiesta y se divirtieran dentro de lo permitido en la cárcel. Sus dos hijos cuentan que los recuerdos de infancia que tienen ellos de la cárcel, no son los que tienen los demás. Para ellos, era un sitio donde iban a jugar en los patios de las cárceles. Su madre procuraba llevarles siempre con ella.

*Artículo publicado originalmente en Atalayar.

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